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TerrorMolins

14 octubre, 2020

Sitges 2020 ~ Día 6

Avanzamos hacia la conclusión de esta edición y todavía seguimos viendo títulos más que interesantes, algunos esperados por sus críticas al pasar por otros festivales y otros recién descubiertos como una grata sorpresa. Así pues, veamos lo que aconteció la pasada séptima jornada.

Abríamos la sesión matinal con la impactante producción danesa Breeder, del director Jens Dahl.
Un laboratorio de productos farmacéuticos destinados a la estética está trabajando en un proyecto para revertir el proceso de envejecimiento de las personas. Llevado con el máximo secretismo, la mujer de uno de sus directivos quiere indagar sobre el tema, con lo que a pies puntillas comienza a investigar por su cuenta. Pero ello le hará descubrir un oscuro aspecto tanto de su marido como de la empresa.

Con ese tono áspero y sobrio que tanto caracteriza al cine de los países nórdicos, este thriller de terror nos llevará por una inquietante senda para disfrute del espectador, la cual nos recordará en algunos tramos a la nueva ola de cine de francés que tanta expectacion causara en su momento. Su buen ritmo y un buena dirección hacen que no decaiga en ningún momento, manteniendo la tensión adecuada para no caer en el sopor.

The toll, ópera prima del director inglés Michael Nader.
Una joven hace una reserva de un Uber para que la lleven del aeropuerto a la casa de sus padres. El joven que conduce parece un poco raro, y a medida que van intercambiando el diálogo comenzará a sospechar de él. Pero una vez han entrado en la zona rural para llegar a destino, les sucederá algo impensable, con lo que se tendrán que soportar mutuamente.

La idea de la que se parte a priori se hace atractiva, el problema es que al desarrollarla cae demasiado en los bucles repetitivos sin darle al espectador más que las cuatro frases cómicas y algún susto a golpe de altavoz para su propia distracción. Además, la resolución final de la historia tampoco es que sea para echar cohetes, pareciendo algo atropellado y cerrado con prisas. Bastante olvidable.

Seguíamos dentro de la sección Documenta con un autoreportaje llamado Clapboard jungle, dirigido por el propio protagonista Justin McConnell.
El joven Justin nos explica en este documental que él mismo realiza y protagoniza, las aventuras y desventuras que ha de pasar un director para poder llevar su película a cabo, sobretodo económicamente pero también el desgaste al que se somete para darse a conocer a los productores. Un ejemplo de lo que cuesta cumplir un sueño si no tienes el padrino adecuado, seguimiento del cual veremos en primera persona durante el largo proceso que le supuso.

La siguiente en nuestra agenda era la norteamericana My heart can't beat unless you tell it to, debut del guionista y director Jonathan Cuartas.
Dwight y Jessie cuidan de su hermano pequeño Thomas, el cual padece una grave enfermedad inusual que lo está consumiendo, ya que para sobrevivir, necesita beber sangre fresca humana. Ellos se esfuerzan por conseguirle cuerpos para alimentarle y conseguir algo de tiempo, pero esto no es una cura y comienzan a plantearse si seguir o no cometiendo crímenes.

Este drama con tintes de terror consigue llegar al espectador gracias a la opresiva atmósfera que el director consigue. Desde el cerrado formato a 4:3 hasta esa colorimetría de tonos lúgubres, hacen que esta atípica historia que habla sobre el vampirismo atraiga a su manera. Además, su lento desarrollo hace que cada vez caigamos más en el desasosiego y vayamos empatizando poco a poco con el joven protagonista de la historia, el cual quiere llegar a la normalidad de los demás sin saber por qué no puede.

Y para cerrar la completa joranada la espectacular Post mortem de Péter Bergendy.
Tomás es un joven fotógrafo post mortem que llega a un pequeño pueblo húngaro durante un frío invierno después de la gran guerra mundial, allí conocerá a Anna, una extraña niña huérfana de 10 años que vive con su tía. Juntos comenzarán a desentrañar las misteriosas apariciones de numerosos espectros en el pueblo.

Película de terror húngara que se aferra a la historia y extrae un magnífico relato partiendo de la cantidad de muertes que se produjeron durante la Primera Guerra Mundial y por la gripe española a principios del siglo pasado. Llevada a la pantalla con gran acierto, su desarrollo evita el susto fácil para ir preparando al espectador hacia un fin de fiesta espectacular. Bien dirigida, con unos efectos adecuados y un ritmo que no decae. Recomendable.

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