Abríamos la sesión matinal con la impactante producción danesa Breeder, del director Jens Dahl.
Con ese tono áspero y sobrio que tanto caracteriza al cine de los países nórdicos, este thriller de terror nos llevará por una inquietante senda para disfrute del espectador, la cual nos recordará en algunos tramos a la nueva ola de cine de francés que tanta expectacion causara en su momento. Su buen ritmo y un buena dirección hacen que no decaiga en ningún momento, manteniendo la tensión adecuada para no caer en el sopor.
The toll, ópera prima del director inglés Michael Nader.
La idea de la que se parte a priori se hace atractiva, el problema es que al desarrollarla cae demasiado en los bucles repetitivos sin darle al espectador más que las cuatro frases cómicas y algún susto a golpe de altavoz para su propia distracción. Además, la resolución final de la historia tampoco es que sea para echar cohetes, pareciendo algo atropellado y cerrado con prisas. Bastante olvidable.
Seguíamos dentro de la sección Documenta con un autoreportaje llamado Clapboard jungle, dirigido por el propio protagonista Justin McConnell.
La siguiente en nuestra agenda era la norteamericana My heart can't beat unless you tell it to, debut del guionista y director Jonathan Cuartas.
Este drama con tintes de terror consigue llegar al espectador gracias a la opresiva atmósfera que el director consigue. Desde el cerrado formato a 4:3 hasta esa colorimetría de tonos lúgubres, hacen que esta atípica historia que habla sobre el vampirismo atraiga a su manera. Además, su lento desarrollo hace que cada vez caigamos más en el desasosiego y vayamos empatizando poco a poco con el joven protagonista de la historia, el cual quiere llegar a la normalidad de los demás sin saber por qué no puede.
Y para cerrar la completa joranada la espectacular Post mortem de Péter Bergendy.
Película de terror húngara que se aferra a la historia y extrae un magnífico relato partiendo de la cantidad de muertes que se produjeron durante la Primera Guerra Mundial y por la gripe española a principios del siglo pasado. Llevada a la pantalla con gran acierto, su desarrollo evita el susto fácil para ir preparando al espectador hacia un fin de fiesta espectacular. Bien dirigida, con unos efectos adecuados y un ritmo que no decae. Recomendable.
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