La primera de la mañana era una de esas pequeñas películas que consiguen entretener con una sencilla pero efectiva propuesta. Se trataba de la producción norteamericana 12 hour shift, de Brea Grant.
Esta comedia negra parte de una sencilla base para ir evolucionando dentro de una historia que, aunque previsible, es suficiente para darle rienda suelta a la imaginación de esta joven directora. No tiene por qué ser necesariamente profunda cuando lo que quieres es sacar adelante un slapstick que se deja llevar en sus escenas más sanguinarias, ofreciendo al espectador una serie de sketches encadenados para pasar un buen rato durante la hora y media que dura.
La siguiente en el turno matinal era para el nuevo trabajo del director inglés Christopher Smith, ya conocido en este Festival el cual nos traía The Banishing.
Mucho tiene que sorprender una película para que destaque dentro del subgénero de las casas malditas o encantadas, ya que la materia ha sido bastante trillada durante unos cuantos años, y ésta no es una de esas tan agradecidas. El ritmo es soberanamente lento, aunque lo peor es que lo hace sin motivo alguno, ya que si almenos la atmósfera le acompañase podría crear más tensión en el espectador. Aparte, si obviamos el contenido en pro de una película más efectista, resulta que tampoco destaca demasiado, siendo más que previsible en las escenas done debería hacer saltar al espectador de su butaca. Fail.
Seguíamos tras el parón del mediodía con Sea fever, primera producción de nivel como largo de la guionista y directora irlandesa Neasa Hardiman.
En su presentación ya se decía que la historia venia influenciada por clásicos como Alien, The Thing o Abyss, y la verdad es que si se busca se encuentra. De todas formas, la directora consigue hacer un batiburrillo
La siguiente en nuestra agenda era la producción norteamericana Becky, dirigida a cuatro manos por Cary Murnion y Jonathan Milott.
Ya estamos acostumbrados en este Festival a ver cómo los más pequeños a veces son los más duros de pelar, y en esta película nos vuelven a presentar a una jovencita que le hará la vida imposible a los malos malísimos. Nada nuevo en el panorama que nos presenta, aunque cabe destacar la actuación de la joven actriz. Mala leche y alguna que otra escena algo más violenta, hacen de ella un Solo en casa actualizado a nuestros días. Entretenida sin más.
Una de las películas esperadas para nosotros en esta edición era el regreso tras las cámaras de Brandon Cronenberg, el cual nos traía la bien valorada allá por donde ha pasado Possessor.
Llevar un apellido con tanto peso puede provocar recelo en algunos espectadores, pero está claro que este joven director se está creando un estilo propio con solamente dos largometrajes a sus espaldas. En ésta nueva película continúa mostrándonos ese universo de un futuro no lejano en el que la tecnología ha dado pasos agigantados pero choca con la realidad de las personas. Una historia que atrapa desde el inicio y te obliga a estar atento para no perder el hilo de lo que nos está contando. Muy recomendable.
La última del día era otra de las producciones Netflix que el Festival añadía a su programación, The silencing, del joven director belga Robin Pront.
Bastante predecible y no muy original thriller que como reclamo incorpora a un Nikolaj Coster-Waldau, el cual no parece cambiar nunca de registro. Aún así, la película tampoco es que le acompañe para poder lucirse en pantalla, ya que a medida que avanza la historia va perdiendo fuelle y el interés por lo que pueda ocurrir disminuye considerablemente. Pasable, aunque también olvidable.
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