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11 octubre, 2020

Sitges 2020 ~ Día 3

Ayer cerrábamos una tercera jornada con un balance muy favorable para las producciones nacionales, conmemorando la vuelta de viejos realizadores conocidos así como de una nueva ola de jóvenes directores que vienen pegando fuerte. Este nuevo formato en los horarios forzado por las condiciones externas que estamos sufriendo, la verdad es que favorece mucho a vivir más relajado dentro del festival, con más tiempo entre sesiones y pudiendo digerir tranquilamente lo visto. Pero vayamos al resumen de lo que se aconteció.

Para la primera sesión matinal se le había concedido el turno al último trabajo del director vasco Juanma Bajo Ulloa, que tras cuatro años desde su última película nos presentaba Baby.
Nos encontramos ante el desolado y triste panorama que se le presenta a una joven adicta a las drogas cuando ésta queda embarazada involuntariamente. Sin pensar en optar por una interrupción debido a la gran dependencia que sufre, llega el momento de dar a luz. Sin saber como gestionarlo, aprovecha la oportunidad que se le brinda de vender a la criatura. A partir de aquí le invadirá un sentimiento de culpa tal, que decidirá recuperar a su hijo a toda costa, sin tener en cuenta lo que le espera a la persona que se lo compró...

El director vasco vuelve a hacer cine de autoría, del que le gusta, y no por encargo aunque éste le haya dado la fama. Una película que aboga por el encandilamiento al espectador a partir de las imágenes y de la expresividad de sus personajes, acentuado además por no contener ni una sola palabra de diálogo. Nos sumerge en su universo, un mundo de horror repleto de referencias donde lo que menos importa es el hilo argumental principal, y en el que en muchos de sus actos encontraremos seguramente algún tipo de afinidad. Y es que hay que aplaudir esta valentía por llevar un trabajo tan personal a la gran pantalla, ya que previamente se es conocedor que no será apta para todos los públicos. A nosotros, por eso, nos ha gustado bastante.

Seguíamos la mañana con otro producto nacional, esta vez con un thriller de alta tensión, segundo trabajo tras las cámaras del director catalán David Victori, No matarás.
Un joven acaba de terminar su jornada laboral como dependiente de una agencia de viajes y se va a cenar a su burger habitual. Allí sacará de un lío a una joven que no tiene para pagar su cuenta, así que para devolverle el favor le comenta de ir a ver a unos amigos que le pueden dejar el dinero que le falta. Pero sin saber cómo, se verá envuelto en una trama donde tendrá que ser hábil, rápido e ingeniárselas para poder salir vivo de ella.

Teniendo como principal protagonista al amigo Mario Casas en un papel que le viene como anillo al dedo, este trepidante thriller es un tour de force, sin apenas descanso, que mantiene al espectador atento a la pantalla en espera de lo que va a acontecer tras cada prueba que tiene que superar. Quizá su aspecto sea demasiado estilizado como un videoclip de música discotequera, pero es un valor añadido que le da intensidad a la trama. Una trama que, aún sin ser demasiado sorprendente, la verdad es que es resolutiva en su cometido, entretener al espectador.

La siguiente en nuestra agenda era la producción de origen húngaro Comrade Drakulich, escrita y dirigida por Márk Bodzsár.
La historia nos sitúa en la Hungría de los años setenta, donde un veterano y afamado comunista regresa de sus actividades en Cuba para participar en una campaña en favor de los camaradas vietnamitas que están en guerra contra el imperialismo yanqui. La Interpol es conocedora de dicha situación e infiltrará a dos de sus agentes para que vigilen sus pasos, pero a medida que avanza la investigación verán que algo extraño sucede con ese tipo.

A priori, y teniendo en cuenta que la película iba a ser enfocada hacia el tono de comedia tomando como base el género vampírico, parecía un buen argumento y temática para poder disfrutar de ella un buen rato en la sala. Pero la realidad es que, tras la primera media hora en que la novedad pasa a ser normalizada, todo se vuelve más monótono e incluso hasta anodino, con muy pocas luces que consigan mantener la atención del espectador. Incluso la sátira política y social que hace sobre lo que fue el país en su momento no va más allá de cuatro apuntes correctos. Una película que, aún notándose la carencia presupuestaria y solventándola decentemente, no acaba de cuajar del todo.

Y ya por la tarde comenzábamos la sesión con otra producción española, Malnazidos, una nuevas visita al cine zombi de las manos de Alberto de Toro y Javier Ruiz Caldera.
En plena Guerra Civil Española, un equipo formado por varios militares de dudosa capacidad resolutiva son enviados a realizar una misión suicida, cruzando territorios controlados por las fuerzas republicanas. Tal y como se preveía, caen en una emboscada y son capturados para su posterior interrogatorio, pero se encontrarán con una situación inverosímil que les llevara a unir sus fuerzas para luchar mano a mano contra la nueva amenaza.

El género zombi está ya muy trillado y esta película no lo es menos. Todos los tópicos típicos que hemos podido ver a lo largo de su historia, se ven reflejados en ella. Eso sí, como punto a favor que le hace ganar puntos y subir en el ranking unos cuantos puestos, es la mala leche con la que se toman el franquismo y todo lo que supuso en su momento, pero con un tono de comedia más actual. Claro está, la película puede caernos en gracia a los que conocemos la historia y la situación política que hemos vivido y vivimos en el país, per fuera de nuestras fronteras quizá se vea como una más. Aún así, un aplauso por la imaginería con la que se trata, haciendo de ello un producto muy entretenido.

Y para cerrar la jornada de ayer, el espectáculo y enrevesado film Spiritwalker, producción coreana dirigiada por Yoon Jae-Keun.
Sin saber cómo, un hombre se despierta cada 12 horas en un cuerpo distinto, desconociendo de quien se trata, tanto de la persona que lo hospeda como de él mismo. Poco a poco y a medida que va comprendiendo la nueva situación, intentará realizar un patrón que le pueda guiar hacia la verdad sobre su identidad y el por qué le está sucediendo tan extraño comportamiento.

No podía ser de otra forma que un argumento tan enrevesado no proviniese de la cuna coreana. Si bien la base de la que se parte a priori es sencilla de entender, la línea que sigue se complica de tal manera que el espectador ha de quedar prendado a la pantalla casi por obligación. Eso sí, no falta ningún elemento, ya que aparte de ser un rompecabezas psicológico, las escenas de acción que lo complementan son estupendas. Otra vez más, un thriller muy recomendable para aquellos que gusten de este tipo de rompecabezas.

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