La sesión matinal fue la producción alemana Pelican Blood, segunda incursión en el género de su directora Katrin Gebbe.
La directora marca claramente la lucha de esta madre por querer encauzar a su hija en el buen camino sin precisar de ayuda externa, y lo logra a la perfección incluso hasta para crear cierto debate sobre el tema, pero con la incorporación de elementos sobrenaturales en la recta final para resolver de un plumazo el problema no parece ser la adecuada. El juego que venía haciendo en el plano real ya era más que suficiente, pero ya sea por no tener claro un final alternativo o por querer meterse a marchas forzadas en el género del terror de forma más explícita, no acaba de funcionar del todo. Una pena, ya que deja entrever que podía dar para más.
La siguiente era una nueva incursión del amigo Elijah Wood en el cine independiente de género con la curiosa Come to daddy, ópera prima de su director Ant Timpson.
Pero aunque así sea, la verdad es que solamente te atrapa por momentos. Las rarezas están bien, siempre y cuando le des una continuidad que sea coherente, pero en este caso, van pasando sucesos que aunque estén relacionados entre sí, la verdad es que no llegan a cuajar del todo como conjunto. Una apuesta arriesgada que seguramente no pasará del circuito festivalero o como mucho caerá en las plataformas de vídeo bajo demanda. Entretiene, pero se comienza a olvidar una vez estás fuera de la sala de cine.
Y para aumentar las revoluciones anímicas nada menos que el thriller coreano de acción The Gangster, the cop, the Devil, de Lee Won-tae.
Y es que aparte de llevar el sello de denominación de origen que identifica claramente este tipo de películas, la verdad es que aporta muchos elementos que dieron fama a producciones occidentales del mismo género, y lo hace de forma que queden perfectamente incorporados dentro de su desarrollo. Otra de esas maravillas que si se quieren pasar un buen par de horas disfrutando no hay que dejar de ver. Muy recomendable.
Y como última del día en nuestra agenda le tocaba el turno a la curiosa y espeluznante Swallow, de Carlo Mirabella-Davis.
Aparte, y más allá de la genial interpretación que realiza Haley Benett en su extravagante pero a la vez profundo papel, el resto de elementos que forman el conjunto de esta película están muy bien cuidados, sobretodo la genial fotografía. Desde los encuadres hasta la colorimetría utilizada, forman parte como si de un protagonista más del reparto se tratase, enfatizando cada escena y dándole la profundidad que necesita. Una experiencia que quizá en palabras no se pueda expresar completamente, con lo que merece al menos un tranquilo y reposado visionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario