La primera de la mañana era la esperada nueva entrega de los directores Justin Benson y Aaron Moorhead, un título más para su universo particular, Synchronic.
En esta ocasión, centra su base argumental en una pareja de policías que investigan la propagación en el mercado negro de una nueva droga, la cual provoca fuertes efectos secundarios a quien las toma. Podíamos hablar de una buddy movie en toda regla, pero a medida que va avanzando la investigación se irán incorporando elementos fantásticos que provocarán un giro total en su historia. Quizá no sea la más potente de las que han hecho hasta la fecha, pero el juego con los viajes temporales le da un toque muy interesante y atractivo. Eso sí, como siempre, es una película que no deja indiferente y da que pensar tras su visionado.
La siguiente de la mañana era la producción brasileña Bacuaru, nuevo trabajo de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles la cual venía de llevarse el premio del jurado en el pasado Festival de Cannes.
No es nada concreto, no hay protagonista definido, parece no decir nada, pero en verdad cuenta muchas cosas. Esta película no es convencional, y queda clarísmo cuando llevamos unos minutos contemplándola, ya que visualmente atrapa, igual que la curiosidad que despierta en el espectador. Podríamos decir que se acerca al neo-western por su puesta en escena y estética, pero no sería legal encasillarla. Lo mejor que se puede hacer es leer poco o nada sobre ella e intentar verla directamente, ya que está tan abierta a interpretaciones que cada uno sacará su propia conclusión.
Y ya sí con algo más propio y cercano al terror, el thriller claustrofóbico Harpoon del realizador canadiense Rob Grant.
Otro claro ejemplo de ello es esta película, la cual se desarrolla en un barco en el que los tres protagonistas se las tendrán que ver para sobrevivir, y donde sacarán lo peor de ellos mismos a medida que va pasando el tiempo y las condiciones son más extremas. Un planteamiento que quizá no sea tan novedoso si echamos la vista atrás, pero que incorpora un par de pluses como el tono de comedia negra con el que se desarrolla y la progresiva violencia que se va desatando a medida que avanza. No es una gran película, pero sí que es muy entretenida.
Y volviendo de nuevo a los géneros inclasificables, tenemos la curiosa película belga Patrick, primera incursión en la gran pantalla de Tim Mielants.
Y es que ya desde la puesta en escena inicial nos damos cuenta que algo pasa, ya que toda esta historia se desarrolla en un camping naturista donde las personas que se alojan en él van completamente desnudas. Pero es que todas estas rarezas tendrán su razón a medida que avanza, ya que aunque parezca una nimiez o curiosidad, igual que el leitmotiv que motiva a nuestro protagonista (el martillo perdido), todo tiene su sentido metafórico. Todo está muy bien trabajado, diversificando las líneas tanto a nivel personal del protagonista (búsqueda de la verdad, llenar un vació interior,...) hasta el reflejo socio-político de un país en esta pequeña comunidad organizada (reuniones para votación, acusaciones, sospechas,...). Una verdadera maravilla que quizá no sea fácil de entrar para todos, pero que una vez te atrapa sorprende y mucho.
Seguíamos descubriendo cine de países de los que no suelen llegarnos tantos trabajos como es esta producción polaca The mute, de Bartosz Konopka.
Lo más destacable de esta película posiblemente sea su magnífica fotografía, la cual crea una atmósfera totalmente oscura y deprimente, transportándonos a lo que seguramente sería la realidad por aquél entonces. Más allá de la ambientación y la puesta en escena de nuestros protagonistas, lo demás flojea bastante. Y es que aunque el ritmo sea muy pausado, la verdad es que el desarrollo del guión deja mucho que desear. No llega a implicar al espectador en la misma ni a tener afinidad con los personajes. El principal tema queda resuelto casi desde el primer tercio de metraje y ya no nos deja elucubrar sobre lo que sucederá. Un buen envoltorio para tan poco contenido.
Y para finalizar la jornada una producción marroquí, país del cual surgen pocas películas de género como es esta Achoura, de Talal Selhami.
En cuanto a la película en sí, no es una de las que vaya a destacar por su calidad. Se nota el esfuerzo realizado tanto en el diseño de producción como en su realización en general, pero la historia, basada en el folclore de su país, no acaba de atrapar del todo. Ya sea por desconocimiento de la cultura o sencillamente porque no funciona, pero es una lástima ya que el trabajo con niños en películas de género, aparte de difícil, normalmente es gratificante. Una lástima.
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