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TerrorMolins

08 octubre, 2018

Sitges 2018 ~ Día 4

Si en cada jornada se puede desprender una joyita de la planificación que teníamos preparada para esta edición, ya me puedo dar por satisfecho al final del festival con lo que me pueda llevar a casa. Ayer no fue una jornada de las extensas, pero sí de las productivas.

Comenzábamos por la mañana con la proyección del último trabajo de David Robert Mitchell, la sensacional Under the Silver Lake (2018).

Si ya en su anterior trabajo, It follows (2014), este director demostró un gran salto tras las cámaras con un dominio excepcional del suspense, en esta última película podemos decir que se ha consagrado totalmente en el oficio. Es muy difícil definirla en tan pocas líneas (y deseando tener más calma para explicarla con detalle), pero para hacernos una idea es un fantástico tributo al universo hitchcockniano con algunos tintes de Lynch, el cual ha envuelto y rellenado con una amalgama de referencias pop para el uso y disfrute del espectador que, como yo, vivió la transición del analógico al digital en su máximo esplendor.Una maravilla de cinta que seguramente tendrá tantos amantes como detractores, pero hay que verla para poder opinar.

Y aún intentando digerir todo lo absorbido en la sesión anterior, se bajaron las revoluciones hasta el ralentí con The invocation of Enver Simaku (2018), primer trabajo del joven director Marco Lledó Escartín

Entiendo el esfuerzo que conlleva sacar una película adelante, sobretodo hoy en día que para conseguir la financiación adecuada puede pasar mucho tiempo (o sencillamente nunca llegar esa oportunidad). Aún así, también hay que decir que los espectadores tenemos gustos dispares, y en este caso, para mí, esta no es una película que me haya cautivado. El tono con el que está rodada, esa voz en off que nos narra gran parte de la historia y ese ritmo tan pausado, han hecho que no haya entrado en ningún momento, sino todo lo contrario, me ha ido alejando cada vez más. Una lástima, porque el proyecto pintaba a priori muy interesante.

Pero la jornada seguía y el siguiente turno era para la estadounidense Galveston (2018) de Mélanie Laurent.

Thriller ambientado en el sur de los Estados Unidos, con personajes de clase social baja que hacen lo que pueden para seguir adelante con sus vidas un día más. Aunque bastante bien interpretada por sus actores principales, la verdad es que la historia no despunta y sigue una línea demasiado convencional: conflicto con la mafia, rescate de chica desconocida y huída de todo y todos... Explicado con un ritmo muy contenido y alguna que otra escena adrenalínica, la verdad es que va más allá del simple entretenimiento.

Y para finalizar, le dimos cabida al último trabajo del siempre transgresivo Shinya Tsukamoto, Killing (2018).

Ambientada en una zona rural del Japón feudal, nos cuenta la historia de dos ronin que cruzan sus caminos para seguir un mismo destino, pertenecer a un shogunato en Edo. La verdad es que ha sido algo decepcionante que no sea tan arriesgada como algunos de sus anteriores trabajos. Es más, su ritmo tan pausado y su poco atractiva historia hacen que se haya hecho bastante cuesta arriba. Una lástima.

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