Tras el fantástico arranque de festival que tuvimos el primer día, la segunda jornada no se ajustó tanto a nuestros gustos, salvando solamente alguna de las películas que vimos. Aunque mirándolo por el lado positivo, esa es otra de las cosas buenas que tiene este festival, que con el amplio rango de géneros que ofrece se le puede dar cabida a todo tipo de público.
La sesión infantil que se proyectó para comenzar el día fue la película japonesa de animación Mai Mai Miracle (2009) de Sunao Katabuchi.
Discípulo directo de Miyazaki, trabajó en algunas de las películas que se hicieron en el maravilloso estudio Ghibli, razón por la cual se puede apreciar que el estilo de ésta es muy similar. La historia nos traslada a una zona rural de Japón de principios de la segunda mitad del siglo XX, donde viviremos las aventuras y desventuras de un grupo de chavales. Como en muchas otras del famoso estudio, se juega con la inocencia de la infancia para enseñarnos de nuevo los valores de la amistad y la felicidad.
Posteriormente, se daba paso a la sesión retrospectiva con la película que hizo saltar al estrellato a nuestro protagonista, bastante jovenzuelo por aquel entonces, en la irreverente comedia Fight back to school (1991) de Gordon Chan.
Volvemos al humor poco sofisticado pero funcional al que nos tiene acostumbrados este actor. En esta ocasión protagonizará a un policía, el cual se verá envuelto en una misión secreta donde tendrá que infiltrarse como alumno dentro de una escuela. Situaciones irrisorias para una trama que le da bastante juego al poder barajar las posibilidades que tienen las tonterías de adolescente, muy al estilo de las comedietas teenagers norteamericanas pero imprimiendo su propio estilo.
Y tras pasar por el abrevadero para reponer un poco la falta de combustible y poder aguantar la segunda parte del día, volvimos de nuevo a la sede central para ver un fantástico documental titulado A foley artist (2017) , dirigido por Wang Wan-Jo, siendo además la premiere a nivel nacional.
Nos explica la historia de lo que supuso la producción de sonido en el cine taiwanés desde sus inicios a través de su figura más significativa, el artesano Ding-Yi. Habla tanto la evolución dentro de su país como el estado actual de esta faceta a nivel mundial a través de diversas entrevistas. La verdad es que viendo el trabajo que realizan estas personas, parece que cara al exterior no se está valorando lo suficiente. Muy interesante.
Y es que parece que se ha consolidado el formato documental en la primera sesión de la tarde, ya que mirando el calendario de lo que va a venir seguiremos así el resto del festival. Otra mejora que para mi gusto es una de las grandes novedades que se van produciendo en esta edición, así que esperemos que funcione y lo mantengan a futuro.
Pero vamos a la chicha de cómo siguió la jornada peliculera, ya que continuaba con el estreno mundial del funny-manga japonés Reon (2018) de Renpei Tsukamoto.
Tras un accidente, los cuerpos de una joven empleada y el jefe de su misma empresa se intercambian, haciendo que ambos se adapten a su nueva condición a marchas forzadas. Una trama que no es novedosa pero que al menos durante su primer tercio funciona gracias, sobretodo, a la actuación del actor protagonista en su faceta femenina. Aún así, la película no acaba de llenar del todo al ser bastante previsible y repetitiva.
Que nos diese un poco de aire es lo que necesitábamos tras lo que acababa de pasar por nuestros ojos y que mejor manera de hacerlo que en los exteriores, donde tocaba cena japonesa acompañada de un espectáculo de artes marciales combinadas y unas palabras del cónsul general de Japón, Naohito Watanabe, el cual entregaba el premio honorífico a unos de los mayores productores de la actualidad en el país nipón, Shin Iizawa.
Y tras una breve actuación de algunos protagonistas del tokusatsu que se proyectaría al día siguiente en la sesión infantil, comenzaba la noche cinéfila con el cortometraje Bajo el olor de la higuera (2018) de Dawnoi Martí Sagnet, el cual más allá de la bonita combinación de técnicas de animación nos hace llegar el sentimiento que detrás de los movimientos más insignificantes se pueden producir cosas maravillosas.
Y para rematar la jornada, la comedia romántica Tremble all you want (2017) del director Akiko Okhu, la cual también era premiere nacional.
Si ya de por sí no somos muy adeptos a este género, la verdad es que la película, aún teniendo una original idea, no acabó de convencernos. Nos cuenta la vida amorosa de una chica que tiene dividido su corazón entre dos jóvenes pretendientes a través de flashbacks al pasado. Típico humor dirigido a un target de público muy concreto.
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