Más de lo mismo pero venido a menos...
La familia Lambert se ha trasladado de domicilio para intentar continuar con una vida normal tras lo sucedido. Pero poco a poco se darán cuenta que lo que les acechó hace unos días, no era problema de dónde, sino de quien. Las experiencias fantasmales vuelven a reaparecer de nuevo, pero esta vez verán que es mucho peor...
La película comienza tal y como se quedó en el final de su predecesora, donde los protagonistas aparentemente intentan recomenzar una nueva vida dejando atrás todo lo sucedido. Pero claro, algo tiene que pasar para que le hayan otorgado otra hora y media de metraje, y he de decir que el enlace y el principal leitmotiv para esta nueva entrega, no me parecían tan mal. Lo que pasa es que la euforia dura unos escasos 20 minutos, a partir de los cuales empieza otra vez con sus rocambolescos bailes de guión repetitivos y en algunos tramos casi sin sentido alguno.
Eso sí, las buenas dosis de sustacos no pueden faltar para contentar al espectador que paga por ello, que aún así son pocos, o mejor dicho, muchos, pero la mayoría bastante predecibles. También tendremos alguna aparación que otra de más, y porsupuesto, el equipo de investigación Tristanbreaker que son los que le dan el toque de humor a algunas de las situaciones. Pero ya está.
En definitiva, una película de la que me alegro que intente crear (y lo consigue) una atmósfera gótica y fantasmagórica del cine clásico de antaño, pero que el resultado general a mi parecer no llega a ser más que pasable. Se está mentando por esos lares que hay una tercera parte ya sobre la mesa, aunque si nos remitimos a las palabras de Wan de querer cambiar de género, quizá haya novedades en el equipo de realización. Esperemos no llegar a ver un Insidious VII...
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